domingo, 25 de junio de 2017

Calor

Mientras en USA cierran aeropuertos por la ola de calor, en Andalucía autorizan a los padres a no mandar a sus hijos al colegio, vayamos a que les dé un soponcio. ¿Se habrá convencido Donald Trump del cambio climático? ¿Lo explicarán en esos colegios públicos andaluces que tienen aulas prefabricadas y techos de uralita? Pedro Sánchez nombra a la nueva ejecutiva del PSOE y Susana Díaz exclama: “¡Ozú, qué caloor!” Que es lo que dicen también los granadinos cuando vuelven a oír que dentro de poco vendrá al Centro Lorca el legado del poeta. Y que pronto tendremos el metro. “¡Ozú, qué caloor!” Y que las obras del Ave progresan adecuadamente. Y que lo mismo hasta arreglan las cuentas municipales. “¡Ozú, qué caloor!” Como los colegios andaluces, que en estas fechas parecen más bien invernaderos construidos con la finalidad de producir mano de obra barata y sobradamente preparada menos para las inclemencias meteorológicas, la actualidad política es un bochorno capaz de licuar cualquier tipo de vida inteligente. Y quizá tenga algo que ver el informe de Cáritas y la Fundación FOESSA, publicado esta semana, que habla de un país donde muere más gente de la que nace y los que viven son más pobres de lo que eran cinco años antes. Un país donde seis de cada diez hogares no llegan a fin de mes; o donde nos hemos acostumbrado a que existan pobres y donde el 71% de la población cree que votar no sirve para nada, hartos quizá de abochornarse por la actuación –ya hablan más en las redes sociales que en el Parlamento- de nuestros representantes públicos. Un país donde el 47,1% de los encuestados cree que dentro de cinco años estará igual que hoy, y otro 26,4% cree que empeorará, lo que tampoco habla bien de nuestra clase política. Pero es que no es lo mismo crecimiento económico que progreso social, como destaca el secretario de Cáritas, Sebastián Mora, quien señala que las personas excluidas no están en el debate público ni son una prioridad. No, en España seguimos aprendiendo a hacer la o con un canuto, reescribiendo la Transición y redescubriendo conceptos como el de plurinacionalidad, que copiamos a países como Bolivia, que nos lo había copiado previamente, donde se aplica a las comunidades indígenas, aunque allí no exista propiamente como aquí una parcelación del poder político y las llamadas plurinacionalidades tengan muchas menos competencias que las Comunidades Autónomas españolas. “¡Ozú, qué caloor!” Necesitamos partidos y políticos que trabajen para solucionar los problemas reales de los ciudadanos.

IDEAL (La Cerradura), 25/06/2017

domingo, 18 de junio de 2017

Tolerancia

Resulta muy ilustrativa sobre la ciudad en que vivimos la polémica creada en torno a la celebración del Ramadán en los jardines del Triunfo de Granada, una plaza pública con una dilatada historia, pues acogió una basílica visigoda en el siglo XI, un cementerio musulmán el en siglo XIII, el Hospital Real en el siglo XVI y la instalación de la estatua de la Inmaculada en el XVII, que vio el fusilamiento de Mariana Pineda en el XVIII así como la edificación de la plaza de toros del Triunfo que le da nombre, después de la expulsión de los franceses. ¿Qué más podría haber pasado en este recinto? Pues que algunas personas se creen que es de su propiedad, y que en un Estado aconfesional las administraciones necesitan su permiso para autorizar un acto social, ya sea de contenido político, cultural, deportivo o religioso. ¿Hubiera sido más adecuado que, en vez del Ramadán, los hinchas del Granada CF hubieran celebrado un hipotético campeonato de liga –y tan hipotético- donde algún orangután se hubiera encaramado a la estatua para ponerle una bufanda rojiblanca? Que alguien se tome a mal la celebración de un acto pacífico de convivencia sólo revela nuestra falta de cultura democrática. ¿Hubiera generado alguna polémica la celebración de un acto budista con Richard Gere a la cabeza? En unos momentos de temor al yihadismo fundamentalista, todo se magnifica e instrumentaliza. Y resulta lamentable que lo hagan algunos partidos políticos, a los que debería interesarles más la perfecta integración de aquellos musulmanes que, como el imán de la Mezquita mayor de Granada, Sheij Ahmed Bermejo, están convencidos de que el islam es “convivencia y generosidad”. Particularmente, son los vecinos que a mí me gustaría tener, independientemente de sus creencias religiosas, porque, más bien, lo que estoy acostumbrado a ver es a personas con un nivel cultural paupérrimo. Personas que siempre se sienten agraviadas por lo que hacen o piensan los demás, simplemente porque no coincide con sus costumbres ni con su propio pensamiento. Esas personas que han llenado las redes sociales de insultos a la propia inteligencia, pero que rezan el rosario en el mismo lugar “en desagravio, defendiendo las costumbres, valores y cultura heredadas”. ¿Sabe esta gente cuál es su cultura heredada? ¿Se refieren a la Alhambra o al Albaicín quizá? Porque se parece más bien al racismo y a la xenofobia. Y nadie debería ignorar ya que vivimos en una sociedad multicultural. Una sociedad que sólo sobrevivirá si ejerce los valores del respeto y la tolerancia.

IDEAL (La Cerradura), 18/06/2017

domingo, 11 de junio de 2017

Enseñanza pública

Me parece una medida excelente que la Junta bonifique el 99% de la matrícula de los estudiantes que aprueben el curso en las universidades andaluzas; siempre, claro está, que este coste no sea repercutido a las propias universidades. De hecho, la enseñanza pública debería ser gratuita en todos los niveles independientemente de la renta de los alumnos, y resulta alentador que sea Andalucía, una de las comunidades con los índices de paro y pobreza más altos de España, quien lidere esta iniciativa, que espero que imiten otras comunidades autónomas. Porque, sin duda, la inversión en educación debe ser prioritaria para cambiar la matriz productiva de la región, tradicionalmente apegada a la agricultura y el turismo, para sustituirla por una matriz del conocimiento. Pero se trata de algo más que del crecimiento económico y de las demandas del mercado de trabajo. Se trata de formar a universitarios, es decir, a personas que conocen las reglas del mundo y están preparadas para encontrar su lugar en él. Y para eso es necesario que la educación sea exigente, pero también desarrollada en unas instituciones flexibles y conectadas a la realidad, y ejercida por profesionales comprometidos con su trabajo y con la sociedad en que viven. Un gran ejemplo del poder y la función de la educación pública lo tenemos en Mohammad, refugiado sirio de once años y granadino de adopción, a quien nos presentaban Ángeles Peñalver y Ramón L. Pérez en IDEAL esta semana. Hace dos años Mohammad no sabía español, y hoy, sin embargo, es uno de los mejores alumnos de su colegio. Como explicaba su padre, Rabie Zahran, doctor en Historia, esto no hubiera sido posible sin el apoyo de los profesores y el director del CEIP Vicente Aleixandre. Y ahí tenemos a un padre que hace equipo con el colegio de su hijo para mostrarnos un modelo de integración social en unos tiempos en los que hay quien pone en duda las garantías del Estado de Derecho. Pues la mayor fortaleza de la democracia para enfrentarse al fundamentalismo es la educación, dándoles las herramientas a los jóvenes para que crean en nuestra sociedad y sean capaces de trabajar y desarrollarse en ella. Pero no es ése el camino que ha tomado España, que destina menos del 4% del PIB a educación, y donde casi el 23% de los jóvenes entre quince y veintitrés años ni estudia ni trabaja. Son cifras vergonzosas, que nos colocan a la cola de los países de la OCDE. Como sabe Mohammad, aprender es vivir dos veces.

IDEAL (La Cerradura), 11/06/2017

domingo, 4 de junio de 2017

El hombre de la multitud

Resulta sospechosa la aparente unanimidad en la opinión pública sobre la actualidad política. Esa tendencia a relacionar la elección de Donald Trump en Estados Unidos con el Brexit en el Reino Unido o el ascenso de la extrema derecha en Europa y de otros partidos que tildamos de populistas, aunque no sepamos muy bien qué queremos decir con eso, pues si atendemos al diccionario de la RAE, nos referimos a un partido perteneciente al pueblo, lo que significaría el mayor de los elogios, ya que el principio que fundamenta una democracia es la soberanía popular. Muy al contrario, lo que revelan estos análisis es el miedo a una sociedad incontrolada, a ciudadanos que expresan con su voto su impotencia o su radicalidad. ¿Se trata de una sociedad incontrolable? Lo que más me asombra de los análisis políticos es que no suelan entrar en las razones que originan estos cambios, y que tampoco se señale a los responsables. Hemos deseducado a los ciudadanos para que dejen de pensar por sí mismos, y ahora nos inquieta que lo hagan, y además que no opinen como nos gustaría. Como en el cuento de Edgar Allan Poe que da título a esta columna, estamos creando ciudadanos que tienen miedo a la individualidad y a pensar por sí mismos. A quedarse aislados de la multitud, de las redes sociales, del pensamiento único. Que tienen miedo a enfrentarse con su responsabilidad, por lo que necesitan la compañía de esa masa vociferante que ya no es una sociedad ni un conjunto de individuos, sino el monstruo de la multitud, que está representado en toda Europa por partidos como el Partido de los Daneses (Dinamarca), Amanecer Dorado (Grecia), Partido Nacional-Demócrata (Alemania), Movimiento Resistencia Nórdica (Suecia), Lealtad y Acción (Italia), Reclutas Eslovacos (Eslovaquia), el Partido del Progreso (Noruega), Jobbik (Hungría) o el Frente Nacional en Francia, cuya derrota en las pasadas elecciones han celebrado muchos europeos. ¿Y España? ¿Años de dictadura nos vacunaron contra el extremismo? En ciudades ultraconservadoras como Granada sabemos que no, y sólo hay que acordarse de los actos de la Toma. Pero hay más. Porque grupos ultras como Núcleo Joven tienen miles de seguidores en Twitter, entre ellos a demasiados estudiantes universitarios que periódicamente protagonizan incidentes en la ciudad. Y es que a veces, como escribiera Poe, la densidad de la muchedumbre te hace sentir solo. En la soledad creamos monstruos, como el miedo en las tinieblas. Pero qué lejos del ser humano se encuentra el hombre de la multitud.

IDEAL (La Cerradura), 4/06/2017