domingo, 13 de noviembre de 2016

La ley de Trump

Escuché por la radio que Donald Trump había ganado las elecciones en Estados Unidos y, cuando encendí el ordenador, me di cuenta de que ya no funcionaba. Esta es la ley de Trump, me dije; si algo va mal, todavía puede ir peor. Pero al menos me ahorré los gritos desesperados y los avisos del Apocalipsis que inundaban las redes sociales, como los propios medios de comunicación venían avisando desde hacía meses. No debe ser tan grave. Porque ¿cuáles son las medidas más polémicas que propone Trump? Nada que no hagamos habitualmente en España, como crear una valla que separare a los Estados Unidos de Méjico que quizá se inspire en la que hay en Ceuta y Melilla, con cuchillas que cortan como guadañas. O como expulsar a los inmigrantes ilegales. O como no acoger a refugiados. A fin de cuentas, ya hemos soportado a un George Bush, que era amigo íntimo de José María Aznar, el padre político de Rajoy, hombre impertérrito que sobrevive hasta a la corrupción, no como Hillary Clinton. ¿Y mandan en algún sitio los presidentes de Gobierno? Detrás de ellos está “el aparato”, esa especie de prótesis que encorseta a quien la lleve, como comprobamos todos los días con los partidos políticos españoles, populistas o no. Así que lo mismo nos divertimos con las chorradas que dice Trump, un showman apropiado quizá para el show mediático mundial, y al que se ha tildado de bufón, loco o ridículo, y que aún debe de estar riéndose de todos los que le despreciaron e insultaron, como Robert de Niro, que tendrá ya la residencia en Canadá. Y Trump se estará riendo también de tantos columnistas que lo pusieron a caldo a un lado y otro del charco, algunos de los cuales ya han cambiado de opinión, por lo que pueda pasar. Trump no los leyó, desde luego, ni tampoco sus votantes, y acaso esto tenga algo que ver. La gente está cabreada, y Trump es sólo un síntoma de la enfermedad. Porque tenemos gobiernos que son democráticos únicamente en el papel: las constituciones proclaman la dignidad de la persona, el derecho al trabajo o a una vivienda, pero hoy son valores que brillan por su ausencia. Hemos desmantelado el Estado social y sustituido los derechos humanos por las normas del capital financiero. Entonces, ¿por qué nos extrañamos de que dirija el imperio un empresario sin escrúpulos? Si no hacemos nada para cambiar las cosas, la realidad nos lleva por delante. Ésa es la ley de Trump.

IDEAL (La Cerradura), 13/11/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario