domingo, 9 de octubre de 2016

Precariedad

Pues hay algo que tiene en común Mariano Rajoy con buena parte de los españoles: la precariedad en su puesto de trabajo. El presidente del Gobierno español trabaja en una situación de interinidad, algo inaudito para alguien de su rango, pero que lo iguala con las condiciones laborales que él mismo ha promovido en el mercado. En una semana en la que se han publicado las nuevas cifras del paro, la desintegración del PSOE facilita la continuidad en el puesto de la estatua que tenemos habitando la Moncloa. Mariano Rajoy espera a que sean las circunstancias –políticas, económicas, sociales- las que tomen las decisiones por él, y en esto se parece también a los trabajadores interinos que, atados de pies y manos, esperan que la diosa Fortuna no se fije demasiado en ellos, vayamos a que, de un día para otro, se queden sin salario. En los bancos, en los comercios, en las Administraciones públicas, cada vez hay menos trabajadores indefinidos, por lo que la actividad del país se va ralentizando y adaptándose a los biorritmos del presidente, que sólo se da prisa en sus paseos matinales. El propio país parece atascarse, y por eso las conversaciones van repitiéndose, y las opiniones de los tertulianos y los artículos de opinión, y aunque uno viva en la más absoluta incertidumbre, se levanta cada mañana. El fin del verano ha dejado a 1.228 granadinos sin trabajo, y la llegada del mes de octubre quizá nos deje sin gobierno en el Ayuntamiento, pues el Concejal de Economía y Hacienda, Baldomero Oliver, se las ve y se las desea para elaborar unas ordenanzas fiscales ya hipotecadas por el PP sin subir los tributos municipales. “Si Ciudadanos no está de acuerdo, puede poner hasta una moción de censura”, exclama. Y es que se ve que es también una cosa muy española eso de gobernar en precario si no tienes mayoría absoluta, algo demasiado arraigado en nuestra memoria histórica. Y quizá por eso los asesores de Mariano Rajoy prefieren que siga deshojando la margarita de unas terceras elecciones. Va a resultar que nos gusta vivir así, con una mano por detrás y otra por delante. Con la delantera, nuestros políticos se la estrechan; y, con la trasera, se hacen la peseta. Da igual si el otro es del propio partido. Porque después de todo, lo importante es aparentar. Y ahí tenemos la pose de los treinta y siete acusados de la trama Gürtel. Ni que fueran los invitados a la boda de la hija de José María Aznar.

IDEAL (La Cerradura), 9/10/2016

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