domingo, 30 de octubre de 2016

Gobierno y Parlamento

Si hoy es domingo, debemos de tener presidente del Gobierno. Así que Mariano Rajoy estará contento, pues deja por fin su situación de interinidad para tener un trabajo más o menos estable los próximos cuatros años. ¡Un trabajador en precario menos! ¡Bien por Mariano y el INEM! Si no convoca nuevas elecciones en primavera, claro, como amenazó veladamente en la sesión de investidura pasándole la pelota al PSOE, un partido que, después de desintegrarse, tendrá que demostrar que tiene una ideología más allá de la defensa de las empresas del IBEX, aunque lo único que va a recordarse en los próximos meses es que fue el partido que facilitó el Gobierno de Mariano Manos Tijeras. Y Podemos ha demostrado que tampoco está en la oposición. No se sabe dónde está, porque al mismo tiempo que ocupa escaños en el Parlamento apoya una manifestación que lo rodea y trata de impedir el ejercicio pacífico de la democracia, insultando a los diputados y destrozando el mobiliario público, eso que algunos confunden con el ejercicio de los derechos constitucionales. La confusión, en este aspecto, de parte de la población, es preocupante. Porque las leyes se cambian en el Congreso, donde nuestros representantes ejercen sin limitaciones la libertad de expresión, aunque algunos hagan un ejercicio nulo de este derecho, o demuestren una capacidad de oratoria digna de un alumno de la LOMCE. Y con un gobierno en minoría la oposición tiene una oportunidad magnífica para cambiar realmente las cosas en los próximos cuatro años. Pero en el Parlamento. La gente no entiende la bipolaridad de los partidos que, como en el caso de Podemos –una bipolaridad personificada por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón-, no sabes si quieren transformar el sistema o destruirlo. Y hay muchas formas de manifestarse, como han demostrado alumnos, profesores y padres esta semana en todas las calles de España; o como demostraron miles de granadinos las semanas pasadas denunciando el aislamiento de la provincia o la deficiente gestión de la fusión hospitalaria. Educación, sanidad y transporte son servicios públicos esenciales, y su correcto funcionamiento es lo que preocupa a los ciudadanos, porque son los que justifican la existencia de las Administraciones y del propio sistema democrático. Nuestros representantes políticos harían bien en no olvidarlo. A la vista está que el país se desmorona cuando el poder fáctico sólo piensa en la conservación propia. Quizá, la principal virtud de un gobierno consista en encontrar un equilibrio entre tantos egos y rivalidades, pero necesitamos un Parlamento que sólo piense en los ciudadanos.

IDEAL (La Cerradura, 30/10/2016)

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