Lamentablemente,
la estulticia política no descansa en el mes de agosto, impertérrita como
Rajoy, capaz de esperar al fin del mundo para fijar la fecha de la sesión de
investidura. “La carrera de Rajoy”, nos dicen los portavoces de su partido, y
vemos al presidente en funciones recorriendo los pueblos de España como
Robocop, aunque no se mueva del sitio. Parece que tenemos todo el tiempo del
mundo, como los morosos del Ayuntamiento de Granada, que han visto tan felices
cómo han prescrito sus deudas con el consistorio por valor de casi 82 millones
de euros. Porque también nos sobra el dinero. Aunque si ahora tuvieran que
pagarlo de su bolsillo los encargados de cobrarlo, el exalcalde José Torres
Hurtado y el entonces responsable de Economía y todavía concejal, Francisco
Ledesma, esto no volvería a ocurrir. “¡Que se dejen de demagogias y le cobren a
la Junta de Andalucía los 4,8 millones que le debe al Ayuntamiento!”, responden
simplemente desde el PP, aunque la Junta asegure que ya ha pagado esa deuda. ¡Pero
es que era dinero público! Como la Casa Ágreda es patrimonio público municipal,
y por eso se puede gestionar con alegría, tanta como para regalarla y viajar
gratis a Rabat. ¿Será por dietas? Todos los diputados andaluces, que andan
ahora de vacaciones, cobran dietas de manutención y alojamiento como si
acudieran al Parlamento. ¿Esta es la forma de regenerar la política? No he
visto que los diputados de Ciudadanos, que apoyan al Gobierno andaluz, o los de
Podemos, que están en la oposición, hayan renunciado a ellas, como tampoco los
representantes de los partidos tradicionales, PSOE, PP e incluso IU, que las
han aprobado con la misma alegría en el Parlamento. Porque alegría no nos falta
en Andalucía, como podemos apreciar en Canal Sur, que pinta un mundo de jauja,
bobalicón y dicharachero. “¡Esto es vida!”, exclamarán los diputados en la
sombrilla. “¡Esto es un robo!”, exclaman los ciudadanos que lo leen en el
periódico. Aunque se trata de un robo legalmente consentido. Pero no es
consentido por los ciudadanos. Porque los diputados no los representan cuando
toman decisiones en su propio beneficio. Así, no es de extrañar la idea tan
extendida que confunde hacer política con “hacer el agosto”. Y tampoco el
convencimiento de que son demasiados caraduras e ineptos los que se dedican a
la política, una profesión que, visto lo visto, sólo requiere la capacidad de
cometer los mismos errores una y otra vez. Y estos no prescriben. Aunque a los ciudadanos
nos hagan la puñeta.
IDEAL (La
Cerradura), 14/08/2016
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