Sólo en Estados Unidos, 21 millones de
personas andan buscando conejitos virtuales por el país. Y gatos, y peces, y
dragones, y patos, y ornitorrincos, y todo tipo de engendros que sólo están en
la pantalla del móvil. El problema es que al estar únicamente en la pantalla
del móvil, el jugador puede partirse la crisma en la realidad contra una pared,
o caerse por un acantilado, o asaltar un cuartel de la guardia civil. Los
expertos –hay más expertos que pokémons-, para explicar el fenómeno que está
llevando a buena parte de la humanidad a renunciar al 90% de su cerebro, hablan
de nostalgia: los niños que jugaban al antiguo videojuego ahora no se resisten
a esta aplicación de “realidad aumentada”. Y lo peor es que no ven la
contradicción por ninguna parte. ¿Ese bicho que usted persigue está en la
realidad? “Pues claro”, te contestan con las pupilas dilatadas. La verdad es
que nunca he comprendido muy bien la adicción a los videojuegos, quizá porque
siempre he sentido demasiada curiosidad por las personas, los lugares y las
circunstancias que me rodean. Y puestos a buscar animales, se encuentra uno a
una verdadera fauna en las calles de Granada. En el Campus de Fuentenueva de la
UGR, por ejemplo, hay decenas de gatos, tan señoriales y seguros de la propiedad
de sus dominios que ni siquiera se asustan por el paso de la gente que hace
deporte temprano. Y qué decir del Albaicín, donde además de gatos sí que hay
pokémons haciendo botellón en el mirador de San Nicolás, frente a la Alhambra,
que ven doble o triple. Pero es precisamente en los bosques de la colina roja
donde viven seres entre la realidad y la fantasía, elfos, trasgos, silfos, náyades
o genios, como contó Miguel Ángel Moleón en un libro estupendo, “Los cuadernos
secretos de Washington Irving” (Almuzara). “¿Y los pájaros?”, dirán ustedes.
Pues los pájaros están donde siempre: en el Ayuntamiento. Son de esos que hacen
un nido y no hay manera de sacarlos de allí, porque de hecho creen que vivimos
igual que hace ochenta años y, como pájaros que son, siguen pensando
exactamente lo mismo, y se refieren al inicio de la guerra civil española como
“el alzamiento del glorioso movimiento nacional”, ese que llevó al asesinato de
Federico García Lorca o de Manuel Fernández Montesinos, entonces alcalde de la
ciudad. Y no lo ha dicho un pokémon, sino la concejala del PP, Telesfora Ruiz,
en el pleno del Ayuntamiento. Pues menudo nivel mental.
IDEAL
(La Cerradura), 24/07/2016
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