domingo, 1 de mayo de 2016

Candidatos

Si Mariano Rajoy fuera consecuente, debería dimitir como candidato del PP a la presidencia del Gobierno; y también Pedro Sánchez como candidato del PSOE; y Pablo Iglesias como candidato de Podemos; y Albert Rivera como candidato de Ciudadanos, y todos los candidatos que han encabezado las listas electorales en las pasadas elecciones. Porque resulta que los ciudadanos que votamos confiamos en las capacidades de uno u otro, y han demostrado que son incapaces de llegar a un acuerdo de gobierno, por lo que mucho más incapaces serán entonces de presidirlo. Y si no saben llevar a término una negociación dentro de su propio país, ¿lo van a hacer en el contexto europeo? Así que los despedimos. ¿Cómo, que no podemos despedirlos? Según los criterios que ellos mismos activa o indolentemente han propiciado en la legislación laboral, eso daría lugar en cualquier empresa a un despido procedente. Se lo dicen a nuestros jóvenes y a los que quieren jubilar antes de tiempo: “No has alcanzado los objetivos”. Y no los han alcanzado los candidatos de los partidos, a pesar de su ego y del exceso de testosterona. Porque esa es otra. ¿Por qué casi todos son hombres? Estoy seguro de que si al menos la mitad de los candidatos fueran mujeres, ya tendríamos presidenta del Gobierno. Pero ahora tenemos que aguantarlos predicando durante dos meses más, cuando ya han demostrado durante cuatro que su reino no es de este mundo. Deberían irse a la calle, sí, pero no a pegar carteles, que ensucian y nos recuerdan la pifia electoral, sino de vuelta a casa. Y sin indemnización por despido ni nada que se le parezca. Es más, deberían devolver el sueldo de diputados que tan generosamente les hemos pagado durante esta legislatura efímera los españoles. Porque el dinero público no es para sufragar un juego de tronos. Y tampoco un juego de máscaras. En el parlamento las obras teatrales no hacen a la sociedad mejor, y este país se está desintegrando por boca de unos personajes que carecen de la virtud mínima que deberíamos exigirles: la honradez intelectual y política. ¿Y para qué sirven los partidos? Si los ciudadanos no podemos tomar estas decisiones porque el voto es representativo, deberían tomarlas las organizaciones políticas que nos proponen estas cabezas de cartel. ¡Que les corten la cabeza!, gritaría la Reina de Corazones en “Alicia en el País de las Maravillas”. Y eso es lo que parece España: no un Estado democrático, sino un Estado de partidos. Que ruede la pelota.

IDEAL (La Cerradura), 1/05/2016

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