domingo, 8 de noviembre de 2015

Reinos

Resulta asombrosa nuestra manera de entender la política, que las ciudades andaluzas tengan que aliarse para vender sus bondades turísticas, formando ejes que siempre pasan por Sevilla y Málaga. Las razones, aparte de una capitalidad mal entendida, es la deficiencia de infraestructuras de ciudades como Granada, tan mal comunicada que a duras penas se entiende la afluencia de turistas, que suelen utilizar para desplazarse su propio vehículo. ¿Romanticismo? Porque si uno necesita viajar en avión o en tren, dependiendo del destino, lo mejor es ir a Málaga, donde la estación de trenes y el aeropuerto sí son dignos de una ciudad turística. Y por eso los turistas extranjeros que viajan a Granada pasan casi obligatoriamente por Málaga. ¿Por qué tienen que mendigar influencia Granada y Córdoba, dos ciudades con un patrimonio histórico y cultural incomparablemente más importante que el de sus hermanas andaluzas? ¿Se trata tan sólo de la nula influencia de nuestros dirigentes políticos? ¿Cómo puede explicarse que se tarden quince años en terminar los últimos tramos de la A-7? ¿Sólo porque conectan las provincias de Granada y Almería? Puestos a hacer demagogia nacional-regional, como se estila ahora en España y se ha estilado también desde la Transición en Andalucía –donde, al menos desde el punto de vista estilístico, hemos aprobado el estatuto más ridículo de la historia, llevando al extremo el lenguaje de género-, yo trabajaría por la independencia del Reino de Granada, que a fin de cuentas es el único reino que ha existido en Andalucía, cuya nacionalidad brilla por su ausencia histórica. De hecho, ni siquiera tendría que haberse convertido en comunidad autónoma, como tampoco el resto de las regiones españolas, fuera de las nacionalidades históricas, Cataluña, País Vasco y Galicia. ¡Cuántas Administraciones públicas, cuántos recursos, pero, sobre todo, cuántos malos políticos nos habríamos ahorrado! Sin embargo, estamos encantados con el invento de los dieciocho parlamentos españoles, tanto, que queremos convertirnos en un Estado federal para solucionar el problema catalán, como si no lo fuéramos ya, con un régimen territorial más virguero, como es el Estado autonómico, que se incluye en toda la literatura científica como una fórmula federal de organización territorial, y probablemente la más descentralizada de Europa. ¿Diecisiete nuevos estados dentro del Estado español? Ya puestos, que sean reinos, para hablarle de tú a tú a la monarquía parlamentaria española. Seguro que encontramos un reyezuelo de rancio abolengo para Granada. ¡Cómo les gustaría a algunos sumar un título nobiliario –que no académico- al coche oficial! Eres el rey de Granada. Toma ya.
IDEAL (La Cerradura), 8/11/2015

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