domingo, 26 de abril de 2015

La lógica del fútbol

La gente logra entender la política gracias al fútbol, e incluso los problemas del delito fiscal y de los procedimientos para la aplicación de los tributos. Ha bastado con que Alberto Garzón diga que en este país la gente como Messi no va a la cárcel para que en las tertulias futbolísticas se hable de la Ley General Tributaria, cuyo proyecto de reforma acaba de entrar en el Congreso con el objetivo, según se nos dice, de combatir el fraude fiscal. Que Rodrigo Rato y otros dirigentes del PP se encuentren entre los beneficiados por la amnistía es algo secundario. ¿Cómo van a compararse con Messi? En el fondo, nos gustaría que nuestros responsables públicos fueran como Ancelotti. Si tiene bajas fundamentales en el equipo, él no se queja, sino que saca a tres centrales y adelanta la posición de Sergio Ramos. ¡Hala Madrid! Y el Atleti, a otra cosa. Podría hacer lo mismo Mariano Rajoy con la alineación del Gobierno. Cristóbal Montoro debería ser ya una baja por lesión pública, y que otra persona asumiera la cartera del ministerio más vilipendiado de Europa. Otra cosa es la alineación del Gobierno andaluz, para cuya constitución Ciudadanos y Podemos exigen dos bajas obligadas. Menos mal que tenemos al Real Madrid, porque la imagen de España es la de un país donde se admite todo y se premia al defraudador, como a Messi, su padre o su asesor, no nos importa. Se podría jorobar el mercado del fútbol que, al parecer, es un negocio aún más lucrativo que la política. Por eso, son políticos y futbolistas los que regularizan su situación fiscal con la Agencia Tributaria. ¿Quién es mejor delantero, Messi o Rodrigo Rato? Ante la duda, mejor sería apostar por Cristiano Ronaldo que, según nos cuentan, sólo tiene mal de amores. En cuanto se difumine el recuerdo de Irina Shayk, volverán en ristra los goles para alzar la undécima copa, preferible a que alce sus bienes. Porque ya se sabe que no puede ser afortunado en el juego quien lo sea en amores. A mí, en realidad, me gustaría apostar por el Granada Club de Fútbol, pero, pensando en el ayuntamiento, sólo se me ocurren derrotas por goleada y ridículos asombrosos como el embargo del patrimonio de la Junta de Andalucía. Si es que el Derecho lo explica todo. Lástima que en esta ciudad nuestra máxima aspiración sólo sea asegurar la permanencia. La relación de Granada con sus políticos también la explica el mal de amores.

IDEAL (La Cerradura), 26/04/2015

domingo, 19 de abril de 2015

Películas

Quizá sea una buena idea convertir en costumbre regalar series y películas a nuestros responsables públicos, para que mediten sobre la realidad política. La ha inaugurado Pablo Iglesias con “Juego de tronos”, que le ha comprado al rey. No ha sido muy sutil el hombre, pero no solemos serlo los españoles, que quizá les regaláramos a Rodrigo Rato y al presidente del PP y actual presidente del Gobierno “Los ladrones van a la oficina”, una gran españolada. A Gaspar Zarrías, que acaba de proclamar su desconocimiento sobre los ERE, le daríamos “El padrino”, y a la jueza Mercedes Alaya “True detective”. Viendo lo que ha pasado esta semana en el parlamento de Andalucía, podríamos regalarles a Juanma Moreno y a Carlos Rojas “Con faldas y a lo loco”, por eso de acompañar como sea a Susana Díaz, que la verdad es se parece poco a Marilyn Monroe. A ella le iría más bien “Aquí no hay quien viva”, teniendo en cuenta lo que ocurre en el PSOE andaluz y en la Junta de Andalucía. Ya que aún no hay versión cinematográfica de “Pepe Gotera y Otilio”, al alcalde de Granada le regalaría “Mortadelo y Filemón”, protagonizada por dos concejales de cuyo nombre no quiero acordarme. En la plataforma Vamos Granada se ha convertido en película de cabecera “Las amistades peligrosas”, y Rosa Díez no deja de ver en la sede de UPYD “Aterriza como puedas”. Además de a Naranjito y los vídeos del Mundial de España de 1982, Albert Rivera ve “El Cid”, y como Charlon Heston reflexiona sobre el modo de permanecer bien tieso en el caballo frente a los enemigos, incluso después de muerto. “The Walking Dead” es una serie ejemplar en varios partidos políticos, cuyos dirigentes repiten las mismas ideas desde hace unos cien años con los ojos abiertos como platos, tambaleándose y devorando el cerebro de sus víctimas. Teniendo en cuenta la cara que se le quedó en la primera sesión del parlamento andaluz y que durante los próximos cuatro años tratará de descubrir quiénes son los replicantes, a Teresa Rodríguez le regalaría “Blade Runner”, otra buena película para Paco Cuenca, que nunca ha podido saber si el alcalde es un ciborg que se presenta a las elecciones una y otra vez como “Terminator”. Pero el problema de todo esto es que no se trata de ninguna película ni de ninguna serie, sino que así es la realidad española. Mientras tanto, los ciudadanos permanecemos atónitos frente a la pantalla. Nos merecemos el Oscar. O al menos un Goya.

Ideal (La Cerradura), 19/04/2015

domingo, 12 de abril de 2015

Metrópolis



Uno de los problemas de contar con tres Administraciones territoriales incapaces de elaborar proyectos comunes es que, cuando las competencias de unas y otras entran en conflicto, una parte de la población queda en tierra de nadie, como si viviera en un país aparte. Les ocurre a los habitantes del área metropolitana de Granada, que, según la hora del día, invierten el mismo tiempo en entrar o salir de la ciudad que en ir a la costa, Jaén o Málaga. Y quizá sea ésta una opción, pues los malagueños cuentan con AVE y aeropuerto para viajar sin mayor problema a cualquier parte de España o del mundo. Pero en Granada ni siquiera es posible ir al trabajo o volver tranquilamente a casa. Según la diputada de Fomento del PP, Inmaculada Hernández, la Diputación ha invertido dieciséis millones de euros en mejorar la movilidad de los municipios del área metropolitana, “frente a la inoperancia de la Junta de Andalucía, administración competente en dicha materia”. Pero ¿cuántas veces se han reunido Estado, Junta, Diputación, Ayuntamiento de Granada y los ayuntamientos del cinturón para elaborar un plan conjunto para el área metropolitana? ¿Lo hacen habitualmente, sin tirarse las competencias a la cabeza? Si nos fijamos en la experiencia del metro, por ejemplo, resulta deprimente pensar en el tema. Incluso deprime tener que enumerar todas las instituciones implicadas y los recursos humanos y económicos desperdiciados en tantas Administraciones públicas. El Estado realiza las obras de la circunvalación, la Diputación arregla las carreteras secundarias, la Junta se preocupa del espíritu andaluz y el Ayuntamiento de Granada de facilitar únicamente la vida de los ciudadanos que viven en el centro. En la famosa película de Fritz Lang que da título a esta columna, había también ciudadanos de primera, que vivían en la superficie (Granada), y ciudadanos de segunda, que vivían bajo la ciudad (extrarradio), hasta que un robot los lidera en la revolución. Coño, ¿no tendremos un robot por aquí, aunque sea para votarlo en las elecciones municipales? No hace falta que sea un robot antropomorfo como en la película, capaz de adoptar el aspecto de cualquier persona –para eso ya tenemos a los políticos-, sino un robot normalito, con sentido común. En su programa electoral algunos partidos llevaban la eliminación de las Diputaciones, pero no creo que sea ésa la solución, dado el tamaño y la nula influencia de demasiados ayuntamientos. Visto lo visto, quizá habría que eliminar todas las administraciones. Teniendo a Ángela Merkel, para lo demás nos basta con un software.
IDEAL (La Cerradura), 12/04/2015

domingo, 5 de abril de 2015

Lo público



Resulta admirable que en España hayan tenido que pasar más de treinta años desde que se aprobó la constitución para que las administraciones hablen de transparencia y tomen conciencia de lo que es el erario público. Porque, al parecer, no sólo era algo normal la financiación ilegal de los partidos, sino también que hubiera fondos reservados que eran utilizados según una dudosa concepción de lo que debe ser el bien del Estado. Así, tampoco es de extrañar que esa práctica fuese generalizada en las entidades bancarias donde representantes de partidos políticos y sindicatos formaban parte de los consejos de administración, ni que algunas grandes empresas o medios de comunicación sean gestionados como si fuesen partidos políticos. Pero es ahora cuando en los programas electorales se habla de transparencia. Es ahora cuando las Administraciones públicas pagan espacios publicitarios para informar a los ciudadanos de los nuevos canales y portales con los que tranquilizarlos y mitigar también su propio cargo de conciencia. Al ministro de Hacienda le parece normal mezclar los intereses privados con los públicos y que entre la Agencia Tributaria y la empresa que él mismo ha creado haya una vía de doble sentido por la que circulan personal, recursos y contratos. Y al alcalde de Granada le parece normal identificar a la ciudad consigo mismo y dirigirse a sus vecinos como si fuera un nuevo caudillo. La propia Susana Díaz orquestó una campaña en la que ella era Andalucía. Y lo asombroso es que los ciudadanos acepten estas prácticas con total normalidad, quizá porque después de vivir una dictadura la democracia nació viciada con viejas costumbres que los partidos han afianzado en territorios que parecen nuevos reinos de taifas, y donde los mismos políticos ejercen el poder de un modo  casi consuetudinario. Si contamos esta legislatura que se inicia, el PSOE va a gobernar en Andalucía más de cuarenta años. Ni siquiera el régimen franquista duró tanto. Pero también se prolongan más de lo razonable los mandatos de muchos algunos alcaldes en las ciudades españolas, empezando por Granada. Ante esta realidad, se multiplican las iniciativas ciudadanas para participar en la vida pública. Según datos del ministerio de Interior, cada semana se presentan noventa solicitudes de registro de nuevos partidos políticos para participar en las elecciones municipales. En nuestra ciudad, Vamos Granada, que aúna a Podemos, Equo y otras plataformas, nace, según sus dirigentes, con el objetivo de echar al alcalde. No sé si puede decirse que tengan las ideas claras.
IDEAL (La Cerradura), 5/04/2015

sábado, 4 de abril de 2015

Primavera de bárbaros



Lamentablemente, el fenómeno turístico más importante de Granada en los últimos años, tanto por asistencia de público –miles de personas en un solo día- como por repercusión en los medios nacionales e internacionales, es la Fiesta de la Primavera; o, lo que es lo mismo, la reunión de miles de jóvenes de toda España para emborracharse hasta perder la conciencia en el espacio público que el Ayuntamiento ha habilitado para ello, y de nombre tan embrutecedor como los ediles que padecemos: botellódromo. Probablemente, lo que cometa la administración municipal facilitando esta práctica es un delito contra la salud pública, aunque sea con la excusa de alejarla de las calles del centro. La diferencia es que las ordenanzas municipales pueden prohibir y multar a quien bebe y arma jaleo en la calle de manera particular, pero con el botellódromo se institucionaliza y fomenta esta celebración, cuya consecuencia más previsible es la progresión geométrica de los casos de alcoholismo entre los jóvenes.
Los medios de comunicación han destacado las fotografías de las caravanas de chavales cargados de botellas e incluso bidones de alcohol, pero lo que al principio puede dibujarte una sonrisa luego se transforma en la máscara de la enfermedad o la adicción. Sobre todo, cuando ante las preguntas del sorprendido periodista, algunos chavales contestan: “¡Pues qué vamos a hacer! ¡Emborracharnos! ¡Beber hasta la madrugada!” Teniendo en cuenta que la pregunta se les hace a las doce o a la una del mediodía, eso significa que el chaval en cuestión va a pasarse unas trece o catorce horas bebiendo, como los otros miles que le acompañan. Así, no es de extrañar que la jornada acabe no sólo con borracheras, sino también en comas etílicos, que deben atender los hospitales de la ciudad, que ya suelen tener de por sí muchas necesidades que atender y no todos los recursos necesarios para satisfacerlas.
Y sí, lo lamentable es que esta celebración la fomente el propio Ayuntamiento de Granada, al que como a cualquier otra Administración pública hay que exigir responsabilidad por los daños que causa. De hecho, la jurisprudencia considera que la responsabilidad de la administración es una responsabilidad objetiva si por el mal funcionamiento de los servicios públicos se produce un perjuicio a los ciudadanos. Y quizá podría aplicarse esa doctrina al uso torticero o irresponsable de los servicios públicos. Porque los daños que causa el botellón son sin duda valorables económicamente: horas de trabajo del personal de limpieza, del personal sanitario, de las fuerzas de seguridad, sin contar con los daños físicos y psíquicos que se causan a sí mismos miles de jóvenes. Pero también las horas de trabajo y de descanso de los vecinos de la zona y de todas las personas que deben pasar necesariamente con sus vehículos por ese lugar donde se hacina a la gente.
Y no se trata de un corral ni de una granja, como quizá piensen los creadores de esta genial idea, que apartan de sus casas a tantos borregos que causan ruidos, excrementos y malos olores, sino de un espacio público donde se propicia el suicidio moderado. Porque son costumbres que esos jóvenes llevarán consigo toda la vida, y más de uno se quedará en ellas. Según Ambrose Bierce, una celebración es una “festividad religiosa que se suele caracterizar por la glotonería y las borracheras, en la que con frecuencia se honra a alguna persona santa distinguida por haber sido abstemia”. Pero esta es una primavera de bárbaros.
El Mundo de Andalucía (Viajero del tiempo), 3/04/2015