domingo, 8 de marzo de 2015

Intrigas políticas

En campaña, algunos políticos nos muestran su cara más comercial. Porque los políticos profesionales son comerciantes, aunque no tengo muy claro con qué comercian, pues no suelen ofrecer ideas, al menos ideas originales, ni siquiera Pablo Iglesias, que bebió del otro lado del Atlántico y parece haberse embotado ya. El problema de los profesionales de la política es el de cualquier otro trabajador: deben pagar unas facturas y mantener a una familia, por lo que su máxima prioridad es mantenerse ellos mismos en el cargo el mayor tiempo posible. La mayoría no tienen otras experiencias profesionales o empresariales, por lo que es difícil que sean valientes ni que puedan tomar decisiones importantes. ¿Y si no les gustan a los superiores? ¿Y si no les gustan a los votantes? Por lo que son incapaces de desarrollar ningún proyecto político, pues están demasiado ocupados desarrollando una carrera que se parece al cuento de los jinetes de Kafka: moverse a la izquierda o a la derecha puede significar caerse del caballo, perder el cargo, caer en la miseria; así que mejor no moverse ni tomar ninguna decisión. Las Administraciones públicas y las listas electorales están llenas de gente así, y por eso resulta más patético escuchar las promesas de los candidatos y candidatas. De pronto la educación es importante, y la salud, y la igualdad, y el pleno empleo, aunque gobiernes con el deseo de ser piel roja –otro cuento de Kafka-, es decir, sentado con los brazos cruzados y fumándote una pipa o un puro, como Rajoy. Pero, para sobrevivir, lo primero que deberían hacer los grandes partidos es descabezar a sus cúpulas en todos los niveles territoriales, que por acción u omisión son culpables de incompetencia ante el electorado. Ésa es la verdadera regeneración, y la gran ventaja con la que cuentan las nuevas formaciones políticas, que van a ocupar su espacio. La gente está dispuesta a asumir el riesgo, porque es difícil gobernar peor de lo que se ha gobernado en España en los últimos años: derivando la responsabilidad hasta el superior jerárquico, que en última instancia se encuentra en Bruselas. Andalucía es ahora el laboratorio político de España, y el auge de Podemos y Ciudadanos señalan una Comunidad más difícil aún de gobernar, cuyos pactos entre los partidos determinarán también el futuro del Estado. Bueno, esto ya es un avance. Hemos pasado de tener un panorama desolador a otro al menos interesante. Y es que en España, la política se ha convertido en una novela policíaca.

IDEAL (La Cerradura), 8/03/2015

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