domingo, 22 de febrero de 2015

Ladrones de cuerpos



Con algunos políticos ocurre lo que con algunas actrices: están y no están; las ves, pero ya no son como eran. Así, uno mira a Renée Zellweger y piensa en los ladrones de cuerpos, esos aliens que se van apropiando de nuestra piel y nuestra cara hasta suplantarnos. Pero constantemente nos ocurre con los políticos, que ni siquiera cambian de cara, ni se les cae al suelo, aunque hoy te digan lo contrario que hace una semana. “Oye, Pepe, que hace unos meses aprobaste ese proyecto”. “¿Yo? Mírame bien. ¿Seguro que era yo?” “Bueno, Pepe, no te pongas así… A lo mejor no”. Pues era Pepe. Sí, Pepe. Pero claro, es que ya estamos en campaña electoral. Como si no lo estuviéramos permanentemente. Nuestros políticos se multiplican contradictoriamente, y son capaces de defender una cosa y la contraria, una y mil veces. “Espera, Pepe, no te lances, que acabas de salir de la capital”, le dice la mujer. “Vale, no me agobies, que ya me he puesto el traje regional”. “¡Si es que vamos a Madrid!” ¿Madrid? ¿Pero no sabes que nuestra ciudad es universal?” “Lo que tú digas, Pepe”. Y entonces, tú, que vas escuchando la conversación, lees que Pepe quiere inventarse un tributo para regenerar el Albaicín sin tener competencia para ello. O que critica las obras del Atrio de la Alhambra, aunque él mismo las haya aprobado. O que crea el botellódromo y luego les pide a los vecinos que no hagan un drama. “Oye, Pepe. Que ahora hay hemerotecas, donde efectivamente sales con la misma cara, pero es que antes no decías eso”. “¿Estás negando lo que estoy diciendo? ¿Es que no sólo quieres manchar mi imagen, sino también la de la ciudad?” “No, Pepe, no. Pero es que a veces…” “A veces, ¿qué?” “Que me cansas”. Y entonces se hace un silencio solemne en el autobús donde vamos leyendo el periódico tranquilamente mientras escuchamos a esta pareja en la flor de la edad. “Perdona, Encarna. Pero es que últimamente me miro al espejo y no me reconozco. Es como si fuera otro. Por cierto, Encarna, que yo me llamo Manolo”. “Vale, Pepe, lo que tú digas”. Y a mí me pasó lo mismo que a ustedes. ¿Pues no me creía que el alcalde viajaba también en el autobús y no en el coche oficial? Pero se ve que no era Pepe. Tal vez hoy sea Manolo. ¿Y mañana? En esta ciudad hay que andarse con ojo. Porque como te descuides, te roban el cuerpo además del voto.
IDEAL (La Cerradura), 22/02/2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario