domingo, 25 de enero de 2015

Rosa



Esta semana los periódicos se han confundido con la prensa rosa. La noticia sobre el embarazo de Susana Díaz ha ocupado todas las portadas, disimuladas luego con sesudos análisis políticos sobre la convocatoria de elecciones anticipadas en Andalucía. Pero lo importante era la fotografía de la presidenta en un colegio, aunque algunos tengan pesadillas con el colegio electoral. A muchas mujeres les habrá molestado, porque la paternidad de los hombres no es noticia. De hecho, algunos no saben ni que son padres. Ya me ha salido el chiste machista. Lo llevamos en la educación. Y la educación empieza por la prensa. Todavía no aparece en portada Kim Kardashian, pero podría suceder, pues ya sale en las portadas de las ediciones digitales, y algunos periódicos impresos no se distinguen de estas ediciones: cada vez ocupan más espacio las imágenes, y el cuerpo de los artículos va reduciéndose hasta quedarse en un mero titular, que debe rozar el schock emocional. Porque también es de prensa rosa la noticia sobre la salida de prisión de Luis Bárcenas: “Luis ha sido fuerte; el PP no tiene nada que temer”. Hablaba de sí mismo como si fuera otra persona. Ese alter ego que sabe dónde esconde el dinero y cómo llevó la contabilidad del partido. Porque también hay un Luis A y un Luis B. Con estos amigos, quién quiere enemigos. La contabilidad del PP es como la de la LAC en el Ayuntamiento de Granada: aparece y desaparece como los meandros del Guadiana. Pero es algo que, según nos dice el alcalde, no afecta a los ciudadanos, que ahora viajan por el centro como sardinas en lata. “La Rober nos quita dinero a los granadinos”, ha dicho el concejal de Economía. ¿No será que nos gastamos el dinero que no tenemos en un nuevo servicio que nadie necesita? “Nos ha faltado piel”, afirma Carlos Floriano en ese vídeo que parece sacado de la casa de Gran Hermano del PP. Pues véngase usted a Granada, hombre, y dese una vuelta en la LAC. Pero así es como nos explican las bondades del Gobierno. En un ambiente relajado, charlando sobre las cifras del paro. En Granada preferimos las redes sociales, porque los plenos son monocromáticos. Rosas, claro. “Pican, pican los mosquitos, unos pican en la cara y otros pican en el cu…ando yo era…” Pues nada menos que el teniente de alcalde Francisco Ledesma, que así celebraba en su cuenta de Twitter la aprobación de los presupuestos 2015. Ya les digo, la educación hace estragos.

IDEAL (La Cerradura), 25/01/2015

domingo, 18 de enero de 2015

Solos



Estamos creando una sociedad de solitarios, que navegan por las redes sociales, sí, pero que también trabajan, pasean o descansan solos. El otro día hice un alto para comer y entré en un restaurante asiático de Granada. Y cuál no fue mi sorpresa cuando vi que todos los clientes estaban sentados en mesas individuales. Y todos eran hombres, exactamente ocho hombres solos. Vaya fiesta. Menos mal que a la media hora entró una pareja que le dio un poco de alegría al local. Durante un rato. Porque poco después empezaron a discutir. No discutían sobre política ni sobre la actualidad, sino por las costumbres de uno y otro. Estaban hartos mutuamente. De que uno quisiera salir cuando el otro no. De que uno (adivinen quién) comprase “guarradas” (sic) para la cena y sólo le gustase sentarse en el sofá ante la tele y atiborrarse de cervezas. Que si la familia y la comida del domingo. Que si tus amigotes. Que si machista o feminista. Que si cada día te pareces más a tu madre. No sé si la música ambiente –un gong melódico y constante, como una gota de agua sobre tu cabeza- contribuiría a ello, pero la chica terminó levantándose y dejó al chico plantado. “¡Se acabó!”, dijo. El resto de los comensales asentimos con la cabeza casi automáticamente, pensando: “Bienvenido al club”. Porque yo también había ido a comer solo, lo confieso, y todos asistíamos a la discusión como a un espectáculo, aunque disimuláramos mirando nuestro plato. “¿Será que vamos solos a comer para hacer lo que nos da la gana?”, pensé. Pues la verdad es que estábamos solos, sí, pero ahora éramos ya diez hombres aparentemente felices atiborrándonos de rollitos, arroz, carne y cerveza, todas esas cosas que nuestras parejas suelen eliminar –por nuestro bien- de la dieta. De hecho, solos, tantos hombres desgraciados repetíamos alegremente platos y bebidas, aunque aún no éramos amigotes. Aún. Hasta que al último hombre del club, que acababa de ser abandonado por su pareja y no hacía otra cosa que pedir cervezas, no se le ocurrió otra cosa que compartir su pena e invitar a los demás a una ronda. Para qué queríamos más. Brindis, cánticos y gritos de libertad a lo William Wallace resonaron en el local, sobre todo cuando a la celebración espontánea se unieron un cocinero y dos camareros, para estupor de la dueña del restaurante, que nos gritaba en chino, por lo que tampoco es que nos importase demasiado. Eso sí, todos nos quedamos sin postre.
IDEAL (La Cerradura, 18/01/2015)