Granada
es sin duda una ciudad única para vivir, a pesar incluso de algunos granadinos,
que no están a gusto ni en su casa. Pero a uno se le olvida cuando pasea por el
centro y contempla sobre los edificios las cumbres de la sierra, todavía
nevada. Pues no podrás contemplarlas desde el metro, no, ni desde esa especie
de metrovía que va a sustituir a los autobuses urbanos, que al parecer ya no
nos resultan tan útiles, aunque sus líneas sean como otras calles de la ciudad,
íntimas y circulares. Y para eso hay que reformar la calzada de la Gran Vía y
dar un poco más por saco, por si no lo dieran suficientemente con tantas obras
para tantos medios de transporte tan etéreos como inexistentes en una ciudad
pequeña como es Granada. Así que los granadinos viajamos actualmente con la
imaginación y levitamos como fantasmas, que abundan asimismo en esta ciudad
precisamente en aquellos ámbitos que más tienen que ver con la imaginación o
con su carencia, como la cultura y la política. Pero qué más da, si ahora
también tenemos en Puerta Real jabalíes, que nos ponen por fin los pies en la
realidad y para eso bajan en piaras desde la sierra. “Camaradas, la vida de un
animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad”; afirma en
“Rebelión en la Granja” el viejo Mayor, un verraco de la mejor especie. “El
hombre es el causante de todos nuestros problemas. Éste es mi mensaje,
camaradas: ¡Rebelión!” Porque dicen los expertos que el jabalí que entró en el
bar de Puerta Real quizá fue criado en cautividad y se escapó, o que quizá
vivía en la Alhambra. Aunque yo creo que fue a ese bar a tomarse una caña y a
iniciar una revolución. Y la pobre, pues era jabalina, terminó como terminan
otras mujeres que tratan de hacer cambiar de opinión a un hombre, sobre todo si
es granadino: muriéndose de puro estrés y
dándose calabonazos contra la pared del cuarto de baño. “Si es que esto
es inaguantable”, pensaría la pobre. “Si es que tiene la cabeza más dura que
esta pared”. Y así no se puede, claro. Pero volverán a intentarlo. Porque
jabalíes, junto con zorros y tejones, se reúnen todas las noches en los
Palacios Nazaríes. Lo mismo ellos se ponen de acuerdo, lo que no suele ocurrir
en los plenos ni en el parlamento. Y es que todos los animales son iguales,
pero algunos animales son más iguales que otros. ¡Rebelión!
IDEAL
(La Cerradura), 27/04/2014
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