domingo, 30 de marzo de 2014

El héroe caído



No creo que el jugador del Granada Dani Benítez se diferencie mucho de otros jóvenes de veintiséis años que tontean con las drogas. Hemos visto a veinticinco mil haciendo lo propio en la fiesta de la primavera con el beneplácito municipal y nadie se ha rasgado las vestiduras. No eran jugadores de fútbol, claro, ni se han destrozado la vida públicamente. Aunque un poco sí, durante unas horas de borrachera. Las resacas son estados de ánimo lamentables donde uno hace propósitos de enmienda. Pero el sentimiento de culpa suele durar lo que dura la deshidratación, y tan sólo unas horas después uno vuelve a ser indulgente consigo mismo. Lo malo es cuando en esas horas se comete alguna estupidez que determina tu vida para siempre. Puede pasar que pierdas el trabajo, pero también cosas peores, como perder a la familia o tener un accidente. Probablemente, las recriminaciones personales más duras se las habrá hecho el propio Benítez, pero qué terrible es tenerlo todo y perderlo por una sola decisión tomada el día antes de volver a jugar un partido de fútbol. El jugador pensó quizá lo que pensamos todos en estos casos: “Por un día… A mí no me va a pasar”. Aunque hayamos visto que le pasa a cualquiera, a tu hermano o a tu vecino, por un día y por dos que suelen convertirse en semanas y en meses y en años de adicción. Porque nadie es un adicto hasta que mete la pata. Hasta que te das cuenta de que la realidad no es como pensabas. Y entonces te preguntas todavía incrédulamente cuándo empezó a cambiar el aspecto de las cosas, la actitud de la gente hacia ti, ese encanto que tenía la vida cuando tenías el dominio de lo que sucedía. No es que siempre te salieras con la tuya, pero sí que ordenabas el mundo de alguna forma, aunque sólo fuera marcando el camino a seguir. Y habrá aficionados que seguirán viéndolo como el héroe del ascenso del Granada. Los héroes son así: tienen fulgurantes ascensos y caídas estrepitosas. Dani Benítez tenía que saber lo que ocurriría cuando le hicieron el control antidoping el día dieciséis de febrero, pero seguramente seguía creyendo en los milagros. Total, él participó en uno cuando ya nadie lo esperaba. “Porca miseria”, pensará el todavía jugador del Granada y del Udinese. El futuro, escribía Bierce, es ese período de tiempo en que nos van bien las cosas, nuestros amigos son sinceros y nuestra felicidad está asegurada. Ahora toca pasar página.
IDEAL (La Cerradura), 30/03/2014

Futuro



Kurt Vonnegut ha imaginado un futuro en el que la humanidad nada y se alimenta como los peces. Lo hace en una novela inclasificable, Galápagos, a caballo entre el género picaresco, de aventuras y la ciencia-ficción. En Galápagos, los últimos descendientes de la raza humana se embarcarán en el Bahía de Darwin, “el crucero del siglo para el conocimiento de la naturaleza”, para hacer un viaje apocalíptico al famoso archipiélago. No les contaré más de esta novela, aunque sí les recomiendo leerla, porque es, entre otras cosas, una cura de humildad, y con un gran sentido del humor Vonnegut nos hace reflexionar sobre las fiebres por la tecnología, el dinero fácil o la crisis económica que sufren muchos países en este momento. De las Galápagos no tuvo Charles Darwin una buena impresión al principio: “Un campo quebrado de negra lava basáltica arrojada en medio del más agitado oleaje y atravesada por grandes grietas, cubierta en todas partes con arbustos enanos quemados por el sol, y con pocos indicios de vida”; leemos en su primer libro, El viaje del Beagle. Pero eso fue justo antes de descubrir uno de los secretos mejor guardados de la naturaleza y de la propia humanidad. Y es que todo es una cuestión de tiempo, como escribía Rafael Guillén:El presente es recuerdo y el futuro es pasado, el mañana es ahora y el ayer es mañana, el hoy es un después y el pasado es ahora”. El futuro está en nuestras manos.
El Telégrafo (Zoom del Ecuador), 29/03/2014

lunes, 24 de marzo de 2014

Primavera



La primavera nos trae nuevas medidas tributarias y a miles de jóvenes borrachos como una cuba, dos cosas más relacionadas de lo que parece. Verán. En un sistema tributario ideal habría un único impuesto, el Impuesto sobre la Renta, que gravaría no sólo la renta de las personas físicas, sino también la de las personas jurídicas de una manera progresiva, y atendiendo a las circunstancias personales y familiares del contribuyente. Porque los sistemas tributarios más justos son los que priorizan los impuestos directos y progresivos, que es lo contrario de lo que se pretende hacer en España y también en Europa. Así, la reforma fiscal por la que se pelean actualmente los ministros de Hacienda y de Economía pretende bajar el IRPF y subir el IVA. Es decir, conseguir que el ciudadano tenga la sana idea de que paga menos impuestos cuando haga su declaración de la renta, pero que pague más sin darse cuenta cuando vaya a hacer la compra o se tome una caña. Es lo que ha aconsejado el comité de sabios, como utilizar para aumentar la recaudación los impuestos ecológicos, esos tributos que en teoría cumplen fines extrafiscales como la protección del medioambiente. Pero hasta la ecología nos sirve hoy para ser regresivos, que es como ser retrógrados. Es lo que hemos celebrado en Granada este fin de semana, aunque al Ayuntamiento no se le haya ocurrido crear una nueva tasa para las veinte mil personas que han celebrado la llegada de la primavera generando cincuenta toneladas de basura. Los comerciantes de la zona del Hipercor estaban locos de contentos, como locos de atar han terminado algunos vecinos, que pretendían terminar con la juerga como si se tratase de una plaga municipal. Con lo fácil que hubiera sido crear una tasa por el aprovechamiento del dominio público llamado botellódromo. A diez euros por persona, el Ayuntamiento habría recaudado doscientos mil euros. Más cara es la entrada de cualquier discoteca. Hubiera sido conocida como la tasa de la botella o el tributo del botellón, y el alcalde habría pasado por fin a la historia por la celebración de un gran acontecimiento cívico. Casi tanto como el Flautista de Hamelín, sólo que él hubiera ahogado a miles de jóvenes primero con alcohol, y luego con una tasa. Pero qué barbaridades se le ocurren a uno el domingo por la mañana. Ni que hubiera sufrido el botellón del alcalde durante todo el fin de semana. No sé si en un sistema político ideal sufriríamos a un único político en toda España.
IDEAL (La Cerradura), 23/03/2014